“Vamos a bailar” (español)

Esta versión en español fue traducida con ChatGPT

Rovinj, una joya costera que brilla en silencio a lo largo del Adriático croata. Un lugar donde los edificios de tonos pastel se inclinan sobre calles adoquinadas resbaladizas, y las puestas de sol tiñen el cielo con tanta intensidad, que parecen derretirse en el mar. Lo curioso es que nunca había oído hablar de Rovinj… hasta enero de 2025.

Un buen amigo me invitó a descubrir este tesoro escondido…
con un giro inesperado: un giro cargado de sabor, energía y ese toque inconfundible de esencia latina. ¿La sorpresa? Uno de los festivales de Salsa y Bachata más grandes del mundo.

Cualquiera que me conozca sabe dos cosas: una, que no soy bailarín; y dos, que nunca entro en una situación sin prepararme.

Así que hice lo que suelo hacer: me preparé. Tomé clases durante meses, con la esperanza de al menos parecer que sabía lo que hacía. Pero lo que empezó como preparación… poco a poco se convirtió en pasión.

Hay algo profundamente conmovedor en la música latina.
Ya sea el ritmo de clave “3-2, 2-3”, la percusión compleja de las congas, bongós y timbales en la salsa, o el sonido inconfundible de la güira en la bachata— la música no solo entra por los oídos… te atraviesa el alma.

Y de repente, el cuerpo… simplemente lo sabe.

Pies que trazan pinceladas sobre el suelo. Caderas y brazos que se mueven como el viento.
Giros, caídas, conexión— todo nace de la libertad de soltarse.

Sin pensamientos. Sin preocupaciones. Solo la música, el momento…
y la persona que tienes entre tus brazos.

Ni siquiera el tipo en medio de la pista con una cámara pudo romper el hechizo.

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